Aprende a Estar Contigo Mismo
Practicar la meditación sentado cultiva la bondad incondicional y la compasión, nos permite acercarnos más a nuestros pensamientos y emociones para entrar en contacto con nuestro cuerpo. Es un método para cultivar una incondicional amistad con nosotros mismos y para abrir la cortina de la indiferencia que nos separa del sufrimiento de los demás. Constituye nuestro vehículo para aprender a ser realmente afectuosos.
Poco a poco, a través de la meditación, empezamos a notar que hay espacios entre nuestro diálogo interior. Mientras estamos hablando constantemente con nosotros mismos, experimentamos una pausa, como si despertáramos de un sueño. Reconocemos con claridad nuestra capacidad para relajarnos, el espacio, la ilimitada consciencia que existe ya en nuestra mente. Experimentamos momentos de vivir el presente que son sencillos, directos y despejados.
Sin embargo, no tenemos ninguna garantía de que meditar sentados nos aporte algún beneficio, ya que podemos practicar durante años sin penetrar en nuestro corazón y en nuestra mente, si usamos la meditación para fortalecer nuestras falsas creencias: para que nos proteja del malestar que sentimos; para cambiar; o para cumplir nuestras esperanzas y eliminar nuestros miedos. Y esto nos ocurre al no comprender bien por qué practicamos.
¿Por qué meditamos?, es una pregunta que es bueno hacerse. ¿Por qué hemos de preocuparnos en pasar un tiempo a solas con nosotros mismos?.
La meditación es mucho más que un ejercicio para sentirnos bien. Es un viaje hacia nuestro interior que nos revela facetas de nosotros mismos que a menudo preferiríamos evitar. Cuando nos entregamos a la práctica de la meditación, nos encontramos cara a cara con nuestras emociones, pensamientos y sensaciones más profundas. Incluso los meditadores más experimentados enfrentan desafíos psicológicos y físicos durante su práctica.
Este proceso de autoaceptación, conocido como "maitri", nos invita a mantener una relación honesta y directa con nosotros mismos, reconociendo tanto nuestra confusión como nuestra lucidez. La meditación nos enseña a abrazar nuestra totalidad, con sus luces y sus sombras, y a cultivar una compasión genuina hacia nosotros mismos en cada momento de la práctica.
La meditación se convierte en un proceso transformador sólo cuando empezamos a relajarnos con nosotros mismos. Sólo cuando nos relacionamos con nosotros mismos sin moralizar, sin dureza y sin engaños, podremos desprendernos de los patrones mentales perjudiciales.
Practicamos la meditación para conectar con la maitri y con aquella apertura incondicional que hay en nosotros. Al no bloquear nada adrede, sentir directamente nuestros pensamientos y dejar que se vayan con una actitud de no darles importancia, descubrimos que nuestra energía original es tierna, sana y fresca. Empieza el entrenamiento de un guerrero descubriendo por ti mismo que lo básico en ti no es la confusión sino la bodichita (chita=mente o corazón,o actitud; bodi= despierto, iluminado, o totalmente abierto).
La práctica de la meditación nos invita a abrazar nuestra humanidad en su totalidad, aceptando tanto la confusión como la claridad como aspectos igualmente válidos de nuestra experiencia. Al cultivar la maitri y la conexión con nuestra esencia más auténtica, nos adentramos en un viaje de autoconocimiento y transformación, donde la comprensión y la compasión se convierten en guías para nuestro crecimiento interior.
En este proceso, descubrimos que somos mucho más que nuestras fluctuantes emociones y pensamientos, y que en el silencio de la meditación podemos encontrar la serenidad y el equilibrio que anhelamos en nuestro interior.