Geometría Sagrada y Mandalas
Existen tres formas básicas en la Geometría Sagrada: El círculo, el triángulo y el cuadrado. El primero representa el ámbito celeste y el origen divino, el segundo representa el fuego sagrado o chispa divina de creación, la divinidad activa y también el hombre como ser espiritual, el tercero representa a la concreción, la manifestación concreta del mundo material, como la madre naturaleza o madre tierra.
Geometría quiere decir: medida de la tierra, geo: tierra, metría: medida. Sagrado es el punto de encuentro de diversos universos para un plan mayor.
El círculo integra aquellas formas diferentes entre sí para interrelacionarse en una unidad. Por esto es que el Mandala es una representación visual o, experiencial, en el caso de su visualización previa interna en meditación por ejemplo. Puede ser realizado por un grupo de gente como en los casos de tibetanos e los Indios Hopis americanos y mesoamericanos que construían mandalas curativos en forma colectiva. Por ello el Mandala es una manifestación cultural expresiva y artística de la divinidad y sus múltiples aspectos.
La palabra mandala en sánscrito quiere decir círculo sagrado.
El Mandala parte de un sistema de estructuras geométricas ensambladas que crean un conjunto de estímulos y representaciones de colores, formas e imágenes alegóricas, que actúan en el observador como concentrador y generador de energía, produce inspiración al que puede conectar con su aspecto sagrado interior, más allá de las creencias religiosas.
Meditar sobre el foco de un Mandala, observarlo, sentirlo nos va a permitir concentrar nuestra mente en esta estructura de imagen, conectar nuestra propia estructura mental, alinear desde su centro, concentrando la atención y contemplación entre el vacío mental y la expansión de la conciencia.
Esta posibilidad que brinda el Mandala, parte de que su estructura de forma es correspondiente a la estructura de formas posibles, que adquiere el universo en constante cambio y evolución. Son las infinitas posibilidades que tiene el caleidoscopio del universo.
El Caleidoscopio es un instrumento que representa muy bien el dinámico cambio y reestructuración de formas en torno a un centro dentro de un ámbito circular.
La composición mandálica a partir de círculos, triángulos y cuadrados nos ha dejado los mejores y más clásicos ejemplos de los mandalas orientales. En el mandala se alude siempre a la idea de centro, sugerido a partir de la concentricidad de las figuras, también representa un obstáculo para su asimilación y comprensión profunda.
Ayuda a la conciencia humana a concentrar las energías dispersas en torno a un eje central, llamado Selbst en terminología Jungiana. Jung dice que el mandala representa un hecho psíquico autónomo, «una suerte de átomo nuclear de cuya estructura más íntima y último significado nada sabemos».
Ligdam Gomchen, del convento Lamaísta de Bhutia Busty, describió el mandala a Carl Gustav Jung, como «una imagen mental que puede ser constituida mediante la imaginación, sólo por un Lama instruido». Afirmó que «ningún mandala es igual a otro».
La construcción del templos, como el de Borobudur, en forma de mandala, tiene el objetivo concretar la vivencia espiritual y traerla al mundo para expresar la idea de un plan superior u orden supremo.
El mismo sentido adquieren los mandalas dibujados en el piso con polvos coloreados o hilos de colores. A partir de su contemplación podemos gradualmente penetrar en el Gran Misterio que encierra el Círculo Sagrado.
Al contemplar mandalas descubriremos que al verlos nuevamente en el tiempo, existen en su composición muchos elementos que aparecerán como «nuevos», que no se tuvieron en cuenta en la primera mirada.