Einstein y Tagore: Sobre la Naturaleza de la Realidad

En julio de 1930, el famoso científico alemán Albert Einstein, se entrevisto con el filosofo, poeta y músico Rabindranath Tagore. Quienes mantuvieron una estimulante platica, dilucidando temas entre la ciencia y la religión.

Einstein es reconocido por la teoría de la relatividad y sus numerosos estudios en física, pero no es muy conocida su faceta mística, era conocido su interés por los temas espirituales y esotéricos, esto se revela en las platicas con R. Tagore,

La concepción del universo, el afán de buscar una verdad ultima, es la verdad independiente de nosotros. Esta entrevista quedara para la historia a continuación extractos de lo que R. Tagore llamo: "La Naturaleza de la Realidad".

Einstein: ¿Cree usted en lo divino aislado del mundo?

Tagore: Aislado no. La infinita personalidad del Hombre incluye el Universo. No puede haber nada que no sea clasificado por la personalidad humana, lo cual prueba que la verdad del Universo es una verdad humana.

Einstein: Esta es una concepción del universo puramente humana.

Tagore: No puede haber otra. Este mundo es un mundo humano, y la visión científica es también la del hombre científico. Por lo tanto, el mundo separado de nosotros no existe; es un mundo relativo que depende, para su realidad, de nuestra conciencia. Hay cierta medida de razón y de gozo que le confiere certidumbre, la medida del Hombre Eterno cuyas experiencias están contenidas en nuestras experiencias.

El Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea. No es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría que está en el origen de toda creación.

Einstein: Esto es una concepción de entidad humana.

Tagore: Sí, una entidad eterna. Tenemos que aprehenderla a través de nuestras emociones y acciones. Aprehendimos al Hombre Eterno que no tiene limitaciones individuales mediadas por nuestras limitaciones. La ciencia se ocupa de lo que no está restringido al individuo; es el mundo humano impersonal de verdades. La religión concibe esas verdades y las vincula a nuestras necesidades más íntimas, nuestra conciencia individual de la verdad cobra significación universal. La religión aplica valores a la verdad, y sabemos, conocemos la bondad de la verdad merced a nuestra armonía con ella.

Einstein: ¿Entonces, la Verdad o la Belleza no son independientes del hombre?

Tagore: No.

Einstein: ¿Si no existiera el hombre, el Apolo de Belvedere ya no sería bello?

Tagore: No.

Einstein: Estoy de acuerdo con esta concepción de la Belleza, pero no con la de la Verdad.

Tagore: ¿Por qué no? La Verdad se concibe a través del hombre.

Einstein: No puedo demostrar que mi concepción es correcta, pero es mi religión.

Tagore: ...Nosotros, en cuanto individuos, no accedemos a ella sino a través de nuestros propios errores y desatinos, a través de nuestras experiencias acumuladas, a través de nuestra conciencia iluminada, como si no conociéramos la Verdad.

Einstein: No puedo de mostrar que la verdad científica deba concebirse como verdad válida independientemente de la humanidad, pero lo creo firmemente. Creo, por ejemplo, que el teorema de Pitágoras en geometría afirma algo que es aproximadamente verdad, independientemente de la existencia del hombre. De cualquier modo, si existe una realidad independiente del hombre, también hay una verdad relativa a esta realidad; y, del mismo modo, la negación de aquella engendra la negación de la existencia de ésta.

El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir.

Tagore: La verdad, que es una con el Ser Universal, debe ser esencialmente humana, si no aquello que los individuos conciban como verdad no puede llamarse verdad, al menos en el caso de la verdad denominada científica y a la que sólo puede accederse mediante un proceso de lógica, es decir, por medio de un órgano reflexivo que es exclusivamente humano. Según la filosofía hindú, existe Brahma, la Verdad absoluta, que no puede concebirse por la mente individual aislada, ni descrita en palabras, y sólo es concebible mediante la absoluta integración del individuo en su infinitud. Pero es una verdad que no puede asumir la ciencia. La naturaleza de la verdad que estamos discutiendo es una apariencia - es decir, lo que aparece como Verdad a la mente humana y que, por tanto, es humano, se llama maya o ilusión.

Einstein: El problema se plantea en si la Verdad es independiente de nuestra conciencia.

Tagore: Lo que llamamos verdad radica en la armonía racional entre los aspectos subjetivos y objetivos de la realidad, ambos pertenecientes al hombre supra-personal.

Einstein: Incluso en nuestra vida cotidiana, nos vemos impelidos a atribuir una realidad independiente del hombre a los objetos que utilizamos. Lo hacemos para relacionar las experiencias de nuestros sentidos de un modo razonable. Aunque, por ejemplo, no haya nadie en esta casa, la mesa sigue estando en su sitio.

Tagore: Sí, permanece fuera de la mente individual, pero no de la mente universal. La mesa que percibo es perceptible por el mismo tipo de conciencia que poseo.

Einstein: Nuestro punto de vista natural respecto a la existencia de la verdad al margen del factor humano, no puede explicarse ni demostrarse, pero es una creencia que todos tenemos, incluso los seres primitivos. Atribuimos a la Verdad una objetividad sobrehumana, nos es indispensable esta realidad que es independiente de nuestra existencia, de nuestras experiencias y de nuestra mente, aunque no podamos decir qué significa.

Tagore: La ciencia ha demostrado que la mesa, en tanto que objeto sólido, es una apariencia y que, por lo tanto, lo que la mente humana percibe en forma de mesa no existiría si no existiera esta mente. Al mismo tiempo, hay que admitir que el hecho de que la realidad física última de la mesa no sea más que una multitud de centros individuales de fuerza eléctricas en movimiento es potestad también de la mente humana.

Einstein: ¡Entonces, yo soy más religioso que usted!

Tagore: Mi religión es la reconciliación del Hombre Suprapersonal, el espíritu humano Universal y mi propio ser individual. Ha sido el tema de mis conferencias en Hibbert bajo el título de "La religión del hombre".

 

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